Sentado sobre una moderna silla regulable, frente al
monitor de mi sistema de cómputo, escribo este libro presionando un teclado que le transmite a la
unidad central complejas instrucciones. Tengo a mi
lado un teléfono que, a través de Internet, me puede conectar con información mundial. La luz artificial me ilumina. Veo a través de una ventana de
vidrio un jardín que, si deseo, puedo ocultar con
unas persianas de plástico. Estoy protegido en una
casa bajo techo; hay un vaso con agua a mi lado, y
un ventilador agita el aire: hace calor. Todas estas
cosas, que me permiten producir de manera tangible lo que estoy investigando y pensando, y que me
proporcionan comodidad para hacerlo, han sido creadas, diseñadas, fabricadas, perfeccionadas y supervisadas por ingenieros: ellas son frutos de la ingeniería. Quizá estos u otros frutos de la. ingeniería, aquellos que forman el mundo artificial que envuelve a (
todas las actividades del ser humano, puedan conducirnos a entender lo que ella es.
Podría ser, por ello, que apreciar lo que es la
ingeniería se asemeje a la forma en que Beethoven propuso que se entendiera la música. Al terminar de
ejecutar una de sus sonatas, un oyente le preguntó
qué «significaba)); después de un momento de meditación, Beethoven volvió al piano y la interpretó de
nuevo.
Pero estimar y entender la función de los
objetos producidos por la ingeniería puede que no
sea suficiente para conocerla. Entonces, ¿qué es efec-
tivamente la ingeniería?; ¿cómo se la puede definir?
Uno puede examinar la profesión de la ingeniería y su quehacer casi indefinidamente sin llegar
a agotar sus posibilidades, sus significados o la forma en que es vista o entendida tanto por los que la
ejercen, los que se educaron en ella y ejercen actividades distintas, cuanto por los legos. Por eso es dificil decir con precisión qué es la ingeniería. Sin
·embargo, existen buenas aproximaciones.
En 1828, la recién formada Institución de
Ingenieros Civiles de Gran Bretaña -que agrupó inicialmente a los ingenieros que construían obras y a
los que fabricaban máquinas-le encargó a Thomas
Tredgold, uno de sus miembros prominentes, que
definiera la ingeniería. Él sostuvo que era 11el arte de
dirigir los grandes recursos de poder (la energía)
existentes en la naturaleza para uso y conveniencia
del ser humano)).
Esta definición, al mismo tiempo simple y
profunda, carece, explicablemente, de referencia alguna a la indispensable base científica que caracteriza a la ingeniería moderna. En el lugar y la época
en que fue expresada -la primera revolución industrial- existía una clara preferencia por fabricar las
cosas sin atarse a las aún incipientes formulaciones
matemáticas de un mundo físico que apenas empezaba a entenderse. Se estimaba que dichas formulaciones oscurecían y demoraban, en lugar de aclarar y acelerar, las grandes decisiones conceptuales
del proceso de creación de las obras. Estas obras,
hay que apreciarlo, eran urgentes y debían, por ello,
completarse en plazos breves definidos con antelación. Telford -el prolífico ingeniero inglés de esa época-, por ejemplo, no admitía en su oficina graduados de los politécnicos franceses: sostenía que sabían
demasiada matemática para ser buenos ingenieros.
De otro lado, el reconocimiento de que la energía es el recurso objetivo fundamental de la naturaleza, y de que es el que mayor influencia tiene en el
desenvolvimiento de la vida humana, se adelanta a su
época. Este hecho resulta particularmente claro
cuando recordamos que, de acuerdo con la teoría de
la relatividad de Einstein formulada en este siglo, la
materia (estrictamente, la masa de la materia) Y. la
energía son equivalentes.
La definición de Tredgold, que permaneció
incuestionada e inmutable por bastante más de un
siglo, fue útil para educar ingenieros hasta bien
avanzado el siglo XX.
En las primeras décadas de este siglo la ciencia alcanzó preeminencia, y algunos países -particularmente Estados Unidos y Alemania-la conside-
raron el motor de su prosperidad y de su poderío militar, razón por la cual la privilegiaron con cuantiosas inversiones. Así, en la década de los 40 algunos
ingenieros, sobre todo los dedicados prioritariamente
a tareas académicas, comenzaron a considerar que
la ingeniería era exclusivamente la ciencia básica
aplicada. Más aún: esta nueva visión de lo que era
la ingeniería condujo a que se modificaran los currículos tradicionales de la enseñanza de la ingeniería
para incorporar más materias científicas y reducir en compensación por no aumentar la duración de la
carrera-los cursos de contenido profesional. En las
universidades, al graduado de los programas que
adoptaron ese nuevo contenido curricular se le llamó «ingeniero científico».
A pesar de que la percepción del público, que
se sustentaba sobre todo en la visión gubemamental y académica adoptada y divulgada por la prensa,
otorgaba a la ciencia la responsabilidad de la existencia de las cosas, los ingenieros activos en el ejercicio profesional mantuvieron, en oposición a esa
corriente pública, el juicio básico de lo que es la
ingeniería. La Real Sociedad Aeronáutica de Gran
Bretaña señaló entonces:
<<Aunque se pretenda lo contrario, los aeroplanos no son diseñados por la ciencia
sino por el arte. No sugerimos por un momento que la ingeniería pueda olvidarse de
la ciencia; todo lo contrario: ella se asienta sobre fundamentos científicos. Pero hay un
gran abismo entre la investigación científica y los productos de la ingeniería: el puente
para salvarlo es el arte del ingeniero.>>
Hacia finales de la década de los 70, el modelo lineal aceptado (que presuponía que de la investigación científica básica se pasaba necesariamente a la innovación y luego al producto exitoso) comenzó a ser cuestionado en la mayor parte de los procesos de desarrollo industrial. (Son excepciones las
actividades basadas totalmente en la ciencia, como la biotecnología o la -farmacología.) Grandes logros
materiales -como la llegada del ser humano a la luna en 1969- demostraron que su éxito no reposaba en conocimientos científicos inmediatos sino más bien en destrezas y conocimientos tecnológicos. Éstos podían carecer de base científica o tenerla remota o muy cercana. Pero de lo que no había duda
es de que eran necesariamente fruto de la intuición, la innovación, el poder de síntesis y la capacidad
organizativa. Se entendió entonces que la tecnología -el saber por qué hacer y el cómo hacer o, mucho
mejor dicho, la aplicación del conocimiento, la ingeniería y la organización industrial para crear el
mundo construido por el hombre-, y no la ciencia, era el verdadero motor del desarrollo. Más aún: se
llegó a la conclusión de que existía un conocimiento tecnológico y que, por ello, la epistemología -la filosofía del conocimiento.:.._; que se ligó siempre de modo exclusivo a la ciencia, también estaba ligada a la tecnología.
En suma, se reconoció que la ciencia y la tecnología eran entidades independientes, cada una con su propio fin -el saber, en la ciencia; los objetos, en la tecnología-, y que su colaboración e integración
crecientes servían al propósito del desarrollo de ambas.
En 1961, el Massachusetts Institute of Technology, que había adoptado el currículo científico para educar a los ingenieros de diversos programas, y que apreciaba resultados negativos en su actuación profesional, hizo un estudio global de la tarea y la función de la ingeniería. El propósito era redefinir el perfil de sus graduados y reestructurar el contenido curricular de sus carreras para graduar profesionales competentes que entendieran su verdadero papel en la sociedad. Su base consistía en retomar, en lo que fuese menester, a las fuentes tecnológicas de la ingeniería, e incorporarle la dosis necesaria y suficiente de conocimiento científico.
La concepción de ingeniería a la que llegó dicho estudio fue la siguiente:
«La ingeniería es una profesión. Sus miembros hacen un trabajo creativo que resulta en cosas que la gente quiere o necesita. Estas cosas pueden ser carreteras, submarinos, vehículos interespaciales, antibióticos o televisores. La ciencia, de otro lado, es la búsqueda del conocimiento. La ciencia de las matemáticas extiende el conocimiento al;:>stracto. La ciencia de la fisica extiende el conocimiento organizado del mundo físico. En cada una de ellas, la consideración puede ser limitada cuidadosamente a aspectos aislados de la realidad. El ingeniero debe lidiar con la realidad en todos sus aspectos, debe ser competente en las más clásicas y las más modernas partes de la ciencia y debe ser capaz de diseñar y hacer un producto que pueda ser usado por la gente. Más aún: debe asumir la responsabilidad de la seguridad y bienestar de los usuarios de sus productos.»
Aunque con algunas variantes, hoy se admi te en casi todo el mundo la definición de la ingeniería
formulada por el Accreditation Board for Engineering and Technology de los Estados Unidos -una institución que, formada por los pares profesionales de la ingeniería, tiene como propósito evaluar y acreditar programas universitarios de ingeniería:
La ingeniería es la profesión en la que el
conocimiento de las matemáticas y ciencias
naturales, obtenido mediante estudio, experiencia y práctica, se aplica con juicio para
desarrollar formas de utilizar económicamente los materiales y fuerzas de la naturaleza para beneficio de la humanidad
Sobre la base de la definición precedente, el
estatuto del Colegio de Ingenieros del Perú, aprobado por el Estado peruano en 1987, estableció así la
definición legal de la ingeniería en el país:
«... la técnica social que aplica con fundamento y responsabilidad los conocimientos científicos logrados a través del estudio, la experiencia y la práctica para emplear racional y económicamente los recursos y las fuerzas de la naturaleza en beneficio del ser humano y la sociedad.»
¿Son estas defmiciones, sean ellas de la esencia o legales, suficientes para entender lo que es y lo
que hace la ingeniería, así como sus responsabilidades?
Sí, si se las lee integradas. Es por ello nece sario un recuento.
La ingeniería es esencialmente la actividad
humana capaz de atender necesidades mediante cosas materiales que las satisfacen eficazmente.
Su historia demuestra que para cumplir su
propósito siempre ha tenidci mucho de arte -inclusive, que antes de la aparición de la ciencia era puro
arte-, pero, también, que hoy es indispensable, en aras de la eficiencia, la seguridad y la economía, que
utilice todos los conocimientos científicos y tecnológicos disponibles.
Como la existencia del ser humano depende de la naturaleza, el ingeniero la usa como materia prima que debe transformar y, además, proteger.
Finalmente, es una profesión: (a) tanto en el sentido de que para ejercerla se requiere no sólo
formación académica sino experiencia, cuanto que es reconocida, por lo menos implícitamente, como esencial por la sociedad; y, (b) porque su ética va más allá
de la impuesta por la ley moral, pues el ingeniero siempre hace su trabajo, aunque provenga de un
encargo de entes privados, para la sociedad.